📩 Carta enviada al periódico
Hola, me llamo David y quiero contar mi historia porque sé que no soy el único que ha pasado por esto. Y si alguien está viviendo lo mismo, quiero decirle que no está solo.
Hace un año tomé la decisión de dejar mi ciudad en España para venir a trabajar a los Países Bajos. La oferta sonaba increíble: buen salario, alojamiento incluido, estabilidad. Lo que no sabía era que, una vez aquí, la realidad sería muy diferente.
Cuando llegué, me llevaron a un piso compartido con otras nueve personas. Apenas había espacio para movernos, las condiciones eran pésimas y cada mes nos descontaban más y más dinero del sueldo. Pagábamos por el transporte que supuestamente era gratuito, por la ropa de trabajo que nos obligaban a usar, incluso por el colchón en el que dormíamos.
Trabajábamos horas extra sin que nos las pagaran y, si alguien se quejaba, lo amenazaban con echarlo. Recuerdo una noche en la que un compañero se enfermó y ni siquiera lo dejaron ir al médico. Le dijeron que si se iba, al día siguiente estaría en la calle. Y así vivíamos: con miedo, con cansancio, con la sensación de haber caído en una trampa.
Yo aguanté meses, hasta que un día simplemente no pude más. No tenía fuerzas ni para seguir trabajando ni para seguir callando. Me despidieron sin previo aviso y me quedé sin casa de un día para otro. Lo peor de todo es que no sabía a quién acudir.
Después de muchas dificultades, conseguí salir adelante. Encontré un empleo donde me tratan con respeto y un sitio digno donde vivir. Pero no todos tienen la misma suerte. Todavía pienso en aquellos compañeros que se quedaron, atrapados en el mismo ciclo de explotación.
Si alguien está leyendo esto y está pasando por lo mismo, quiero decirle que no tiene por qué aguantarlo. Hay formas de salir, aunque a veces parezca imposible.
📣 Llamado a la comunidad:
¿Has vivido algo similar? ¿Conoces a alguien que haya pasado por esto? Cuéntanos tu historia.