Hacer amigos en los Países Bajos me tomó más tiempo del que imaginé

Cuando llegué a los Países Bajos, pensé que hacer amigos sería fácil. Después de todo, soy extrovertida, me encanta hablar con la gente y siempre he sido de esas personas que hacen amigos hasta en la cola del supermercado. Pero aquí… fue distinto.

Me llamo Elena, tengo 29 años y llevo tres años viviendo en Utrecht. Al principio, intenté socializar con mis compañeros de trabajo, pero noté algo curioso: mientras en mi país es común salir después del trabajo a tomar algo, aquí cada quien volvía directo a su casa. Me invitaban a eventos… con semanas de anticipación. Y cuando intentaba hacer planes espontáneos, la respuesta casi siempre era ‘tengo que revisar mi agenda’.

Al principio, pensé que no querían ser mis amigos. Me frustré, me sentí fuera de lugar. Extrañaba esas conversaciones improvisadas, esas quedadas sin planificación. Pero con el tiempo, entendí que la forma de socializar aquí es distinta, no peor ni mejor, solo diferente. Los neerlandeses valoran mucho su tiempo y su espacio personal. No es que no quieran ser amigos, es que sus amistades se construyen con calma. Y una vez que logras entrar en su círculo, descubres que son personas leales, directas y confiables.

Me costó tiempo, pero aprendí a adaptarme. Dejé de tomarlo como algo personal y empecé a ver su lado positivo: cuando un neerlandés te dice que quedará contigo, lo hará, sin excusas ni cancelaciones de última hora. Cuando te invitan a su casa, es porque realmente confían en ti. Y cuando te hacen un comentario directo (a veces demasiado), no es por maldad, sino porque valoran la honestidad.

Hoy tengo amigos neerlandeses, pero también he conectado con otros expatriados que han pasado por lo mismo. Aprendí que la clave está en la paciencia y en no comparar con lo que teníamos en nuestro país.

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